Hoy en que la Iglesia conmemora el Primer Domingo de Cuaresma, el Padre Emilio J. Fattore, cura capellán de la parroquia Inmaculado Corazón de María en la Ciudad de Tampa Fl, administró el santo Bautismo al niño Emmanuel Benedict Ervin hijo de Keith y Gigi Ervin, fieles de la comunidad de Tampa; y fueron padrinos Jeff y Antoinette Katon. La ceremonia se realizó inmediatamente después de la Misa de 9:00 hs.
El Bautismo añade a nuestra vida natural una nueva dimensión, la sobrenatural (Rom 6: 1-11). Es por ello que en todo bautizado hay realmente dos vidas: una vida natural y otra sobrenatural. Desde el momento en el que somos bautizados, ambas vidas formarán parte del cristiano; y éste deberá proveer la formación, alimentación y cuidado de ambas.
El Nuevo Testamento nos confirma en multitud de pasajes la existencia de estas dos vidas en el cristiano:
“Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva criatura: lo viejo pasó, ya ha llegado lo nuevo” (2 Cor 5:17).
“Porque ni la circuncisión ni la falta de circuncisión importan, sino la nueva criatura” (Gal 6:15).
Esta nueva vida es la vida de Cristo en nosotros: “Con Cristo estoy crucificado. Vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2:20).
Que lleva al mismo tiempo a renunciar, por amor, a vivir nuestra propia vida (natural); es decir nuestros propios planes, para asumir los de Cristo (sobrenatural): “El que ama su vida la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Jn 12:25).
Nueva vida que se recibe en el Bautismo: “Pues fuimos sepultados juntamente con él mediante el Bautismo para unirnos a su muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva” (Rom 6:4).
Una vida sobrenatural que hemos de hacer crecer a través de las oraciones, sacrificios, y en especial, a través del mismo Cristo: “El que me come vivirá por mí” (Jn 6:57).
Aunque en el fondo quien nos hace crecer es el mismo Dios si nosotros no ponemos obstáculo: “El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y, duerma o vele noche y día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo” (Mc 4: 26-27; Mt 13: 24-30).