SS Pío XI |
"Salta a la vista que en nuestro tiempo no se acumulan solamente riquezas, sino también se crean enormes poderes y una supremacía económica despótica en manos de muy pocos... Estos potentados son extraordinariamente poderosos: como dueños absolutos del dinero gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto; diríase que administran la sangre de la cual vive toda la economía, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma de la vida económica, que nadie podría respirar contra su voluntad. A la vez, esta concentración de riquezas y de fuerzas produce tres clases de conflictos: la lucha primero se encamina a alcanzar ese predominio económico; luego se inicia una fiera batalla a fin de obtener el predominio sobre el poder público, y consiguientemente de poder abusar de sus fuerzas o influencia en los conflictos económicos; finalmente se entabla el combate en el campo internacional... La prepotencia económica ha suplantado al mercado libre; al deseo de lucha ha sucedido la ambición desenfrenada de poder; toda la economía se ha hecho extremadamente dura, cruel, implacable. Añádase los daños gravísimos que han nacido de la contusión y mezcla lamentable de la autoridad pública y de la economía...
Por lo que toca a las naciones en sus relaciones mutuas, se ven dos corrientes que manan de la misma fuente: por un lado, fluye el nacionalismo o también el imperialismo económico; por otro, el no menos funesto y detestable internacionalismo del capital, o sea el imperialismo internacional, para el cual la patria está donde se está bien... las fáciles ganancias que la anarquía del mercado ofrece a todos, incita a muchos al cambio y a la venta de las mercaderías con el único anhelo de llegar rápidamente a la fortuna con el menor esfuerzo; su desenfrenada especulación hace aumentar y disminuir incesantemente, a la medida de su capricho y avaricia, el precio de las mercancías para echar por tierra con sus frecuentes alternativas las previsiones de los fabricantes prudentes...
Con esto creció mucho el número de los que ya no cuidaban sino de aumentar sus riquezas de cualquier manera, buscándose a sí mismos sobre todo y ante todo, sin que por nada les remordiese la conciencia, ni por los mayores delitos contra el prójimo, los primeros que entraron por este ancho camino, que lleva a la perdición, fácilmente encontraron muchos imitadores de su iniquidad, gracias al ejemplo de su aparente éxito, o con la imponderada pompa de sus riquezas, o mofándose de la conciencia de los demás como si fueran víctimas de vanos escrúpulos, o pisoteando a sus competidores más timoratos.
Todos los vicios enumerados hasta aquí no son la esencia de un sistema económico de libre empresa (que es capaz de generar bienestar cuando no anula a la ética), sino el cáncer de ese sistema. Una cosa es la sana libertad económica que permite invertir el capital de aptitudes o de ahorros para producir y prosperar; otra cosa es el disfrazado libertinaje para especular, y algo peor es concentrar riqueza ilícita para imponer un dominio total revolucionario.
Ante el dogma "liberal" de que la economía debe ser totalmente ajena a la moral, la Iglesia ha dicho que ni la economía clásica ni la lucha de clases son principios absolutos. Que la moral tiene áreas diferentes, pero que la economía no debe ser totalmente ajena a ella. Que la prepotencia económica suele desplazar al mercado libre (que el liberalismo dice defender). Que los hechos económicos no son fenómenos físicos sometidos al determinismo de las leyes naturales. Que hay contradicciones flagrantes entre las teorías económicas y las terribles miserias sociales que dejan subsistir en la realidad. Que el hecho económico no ha de considerarse únicamente en lo material y olvidar el elemento humano. Y que no puede ser bueno lo que resulte provechoso al individuo y nocivo para la comunidad".
Esta encíclica surgió como respuesta a la Gran Depresión de 1929, y destaca de manera contundente el predominio tiránico de los bancos usureros que controlan el crédito, y con el crédito más los intereses se apoderan de toda la economia.
ResponderEliminarCuando dice "señorean sobre el crédito" se refiere al poder omnipotente de los bancos para crear dinero a partir de la nada y prestarlo con intereses, maniobra fraudulenta que siempre utilizaron los usureros para robarle a la gente.
Este Papa tenía conciencia del daño producido por la usura bancaria al apoderarse del señoreaje, perversion que aún persiste hasta nuestros días y que ningún estado nacion ha reclamado a lo largo de un siglo.
Esta enciclica fue con motivo de cumplirse 40 años de la Rerum novarum del Papa León XIII, SOBRE LA CUESTIÓN OBRERA
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