En la Argentina no hemos tenido pastores santos, si se exceptúa el bondadoso y un poco corto de Fray Mamerto Esquiú. Hemos tenido en cambio pastores malnacidos, pastores cobardes, pastores avarientos, pastores iletrados, pastores simoníacos, pastores embusteros, pastores calumniadores, pastores concubinarios; y lo peor de todo, pastores villanos estúpidos o idiotas.
El diablo conoce muy bien aquello de que “heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”. En nuestro país ha hecho obra fina y a consecuencia de ella la Iglesia Argentina es un montón de ruinas, donde se esconden no pocos bichos, algunos venenosos.
(Carta al excelentísimo señor nuncio apostólico, de su Santidad, monseñor doctor Mario Zanín, Buenos Aires, 27 de noviembre de 1954)
(En Seis ensayos y tres cartas, Ediciones Dictio, 1978)
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