ADVERTENCIA
Dr. Carlos A. Disandro |
La necesidad de resumir una doctrina segura y esclarecedora, para responder a veladas o explícitas acusaciones contra mis trabajos de carácter religioso-especulativo, me ha obligado a puntualizar, en breve reseña, un asunto espinoso y difícil. Para el lector asombrado -o azorado- recomiendo la lectura del magno libro del Cardenal Ch. Journer L' Eglise du Verbe Incarné, no sólo por esta quaestio, sino por muchos otros problemas, relacionados con ella.
Hace ya años oigo rondar en los ambientes eclesiásticos, o civiles que dependen de ellos, adjetivos como pagano-helenizante, pelagiano, hereje, cismático, etc. Nadie se toma el trabajo de estudiar y analizar a fondo mis obras para formular explícitamente tales ubicaciones -o censuras- doctrinales. Muy pocos son los que entienden además el significado exacto de los términos que echan a rodar a veces con malignidad manifiesta. Pero cuando se trata de enfrentar a los verdaderos enemigos de la Iglesia, callan, conceden .y se ocultan en el claroscuro de los claustros, o en el caparazón de la chocarronería. Entonces recobran los bríos de una autoridad doctrinal -que nunca tuvieron por su descomunal ignorancia- y lanzan los despropósitos más desvergonzados.
Lo que el lector sincero -ilustrado o no- debe procurar en estas modestas páginas es un grado de nítida objetividad en el tema doctrinal. Si por acaso ella faltare en mis puntualizaciones o en mi estilo, debe suplirla y completarla. Le recomiendo entonces que recurra a todos los doctores, censores, directores espirituales, catedráticos y rectores para cerciorarse acerca de la quaestio disputata. En fin, en posesión de tal objetividad, debe responder con otra semejante, a fin de esclarecer el problema. Las personas, por eminentes que sean las dignidades, o por degradadas que sean las circunstancias, no interesan aquí.
Sé que esta diáfana advertencia no saciará a los fariseos y saduceo, que toleran todo, menos una defensa lúcida de la Fe. Basta recordar las entrañables palabras de Platón, cuando anticipa el destino de quienes pretendan ilustrar a los otros con un saber seguro, para comprender que todo esto es inevitable. Pero también conviene advertir con Fichte que la idea divina exige una consagración absoluta en el tiempo concreto en que a cada uno se le hace patente. Y cito estos dos nombres con fervoroso recuerdo, para que fariseos y saduceos rechinen poderosamente sus dientes. El signo más ostensible de su poder inútil.
CARLOS A. DISANDRO
La Plata (Argentina), 2 de mayo de 1969 Fiesta de San Atanasio.
Sobre el desprecio que la compañia de jesús con su fundador le tienen a la liturgia católica, les propongo que lean este importante artículo y sus respectivos comentarios.
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Juan José