Durante la epístola |
Santo Evangelio según San
Lucas 19:41-47
Y como llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella,
Diciendo: Oh si también tú conocieses, á lo menos en este tu día, lo que toca á tu paz! mas ahora está encubierto de tus ojos.
Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, Y te derribarán á tierra, y á tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Y entrando en el templo, comenzó á echar fuera á todos los que vendían y compraban en él.
Diciéndoles: Escrito está: Mi casa, casa de oración es; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
Y enseñaba cada día en el templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle.
Nuestro Señor llora sobre la ciudad que fundó Dios, pero que el hombre ha llevado a la ruina, Jerusalén la Ciudad Santa que Dios ha establecido para su gente. Este pueblo elegido y ciudad han sido ahora, (desde la venida de Jesucristo) transferidos a la Iglesia Católica. De esta manera podemos aplicar el Evangelio de hoy, a nosotros mismos.
La Homilía |
Vemos, en nuestros días, almas que están hambrientas de alimento espiritual, mientras quienes pueden asistir a la Santa Misa y recibir los sacramentos, se mantienen indiferentes. Hay una indiferencia y frialdad ante la Santa Misa. Con gran facilidad y prontitud se encuentran cualquier excusa para no asistir. Se manifiestan aburridos cuando si asisten. Ansiosos por que termine la santa Misa para poder regresar a sus ambiciones mundanas.
Vemos como se mantienen alejados del Sacramento de la Penitencia y la Sagrada Eucaristía. Al nosotros ver esto y considerar esta antipatía, no nos queda otra cosa que lloran con Nuestro Señor.
Nuestros verdaderos Pastores, observan y lloran con Nuestro Señor, buscando, de igual forma, entrar en el templo de nuestra alma, expulsando a los vendedores y compradores, para limpiar la jauría de ladrones que ha tomado posesión de estas.
Comunión de los fieles |
Los deseos mundanos con las ocupaciones de este, que envuelven nuestro corazón y mente, a expensas de la devoción y amor por Dios, y Su santa Iglesia, son los mercaderes de nuestra alma. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y estas ambiciones mundanas han entrado y ocupado todo el espacio que pertenece a Dios. Los delincuentes han convertido nuestra alma en cueva de ladrones.
Cada pensamiento bueno, nos es robado, por estos delincuentes llamados pasiones. Al haber tomado posesión de la casa de Dios (nuestra alma) nuestras pasiones (ladrones), roban y asesinan nuestra alma. Llenándola de lujuria y deseos mundanos, para no dar oportunidad a escuchar la Palabra de Dios.
La pequeña semilla de la Fe, que los pastores tratan de plantar, es destruida o simplemente hecha a un lado para dejarla morir, por falta de nutrientes.
Es esto, realmente, una situación muy lamentable. La gente ha permitido que la Iglesia se llene de asuntos mundanos. Se han vuelto fríos e indiferentes a las palabras de quienes los aman, aún después de haberlos escuchado tantas veces.
¿Qué queda de estas ciudades, templos, almas, iglesias?
La inevitable destrucción, que Jesucristo ha predicho: “No quedará piedra sobre piedra”.
El edificio completo será destruido. Todo lo que parece que se construye con cosas materiales, es sólo una ilusión. La Iglesia y nuestra alma son realidades espirituales, forzadas a vivir en un mundo material temporalmente. Hacer a un lado estas cosas e ignorar las como pasajeras podrá ser el inicio de la construcción de edificios permanentes por toda la eternidad.
Muchos verán que sus esfuerzos, tan exitosos e impresionantes como aparezcan, aquí y ahora, son nada. Como nos lo dice el Rey Salomón: Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Han comprado, vendido, robado todo tipo de bienes materiales, invertido, intercambiado, y construido grandes edificios en honor de la vanidad y el orgullo. En el día solemne del Juicio, verán todo esto destruirse en un instante. Se quedarán sin nada, humillados y confundidos despertarán a la realidad y verán cómo han pedido el tiempo y esfuerzo. Lo que creyeron haber construido, será realmente nada.
Contemplemos con seriedad, la escena que nos presenta el Evangelio de hoy, Nuestro Señor Jesucristo llorando sobre Jerusalén, para poder entender como llora por nosotros ahora.
Permitámosle que expulse a los vendedores y ladrones, del interior de nuestra alma, para poder escuchar Su Palabra. Al llamarnos como la gallina a sus pollitos, acudamos corriendo a Su encuentro, ante cualquier peligro para nuestra alma.
Una vez limpia nuestra alma y alimentados con Su palabra, empezaremos realmente a construir una estructura duradera que nos permita atesorar nuestra felicidad en el Cielo. Para poder limpiar las lagrimas de Nuestro Señor y llenar Su corazón de alegría.
Padre Gustavo Dios bendiga vuestro apostolado!! Bendecido Domingo
ResponderEliminarExcelente y muy actual homilía, como aqui dice, Jesus derrama lágrimas por la infidelidad de sus hijos
ResponderEliminarLa santa misa católica es el acontecimiento más bello y misterioso que pueda atestiguar, no solo el ser humano, sino incluso los ángeles, porque en ella el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, verdadero Dios y hombre verdadero, se hacen presentes en el altar, ofreciéndose al Padre para darle gloria, interceder por nosotros, ofrecerse como Víctima propiciatoria y darle gracias con nosotros a la Divina Majestad por Su Providencia. Si pudiéramos ver con los ojos de Dios lo que ocurre en la santa Misa, no sería extraño que muriéramos por el efecto de la impresión. Que el Señor nos conceda la gracia inestimable de asistir atenta, devota y humildemente al Santo Sacrificio del Altar.
ResponderEliminar