En el año 1970, como directa consecuencia de las “reformas” del Concilio Vaticano II, La Misa Católica fue totalmente cambiada. El rito, el latín, la reverencia y gran parte de la doctrina católica fueron lanzadas por la ventana. A esto le siguió el actual desastre. La asistencia a Misa disminuyó, se cambió la fe, decayeron las vocaciones sacerdotales y religiosas, vertiginoso fue el aumento de católicos que abandonaron la fe de sus mayores para pasar a engrosar las filas de las sectas protestantes, sin sentir ninguna resistencia de parte de un clero gangrenado por las ideas modernistas y revolucionarias.
Los sacerdotes de nuestra Sociedad Religiosa tratan de permanecer fieles a la verdadera Misa de Siempre —a la Iglesia, al Catecismo y a la devoción milenaria y verdadera, perenne y permanente, que no puede cambiar. Tratan a la Santa Misa y al Cuerpo y Sangre de Cristo como lo que son ― las cosas más sublimes y sagradas del Universo, es por eso que no permiten que los fieles reciban la sagrada Comunión en la mano y el único que la distribuye es el sacerdote que para eso tiene las manos consagradas por el Obispo desde el día de su ordenación sacerdotal. Predican solamente las verdades eternas de la fe católica —no baratas pavadas sentimentaloides, futilezas ni falso ecumenismo claudicante. En nuestras capillas se celebra la Misa según el antiguo y venerable rito latino, cuyas oraciones centrales han sido las mismas desde los días en que nuestros antesesores en la fe emergieron de las catacumbas. Como católicos, tenemos el derecho de escuchar la pura y santa doctrina. Quien quiera creer lo que los católicos siempre creyeron y adorar a Dios como lo hicieron siempre los católicos, debe asistir a Misa a nuestras capillas, y si no pueden por habitar en otros lugares, deben contactarnos para que le indiquemos los lugares en dónde se celebra la Misa Católica.