«Sin la fe es imposible agradar a Dios» Carta a los Hebreos, 11: 6.
"... Es preciso que cada uno entre en sí mismo, procurando con exquisita vigilancia conservar hondamente arraigada en su corazón la fe, precaviéndose de los peligros, y señaladamente siempre bien armado contra varios sofismas engañosos. Para mejor poner a salvo esta virtud, juzgamos sobremanera útil y por extremo conforme a las circunstancias de los tiempos el esmerado estudio de la doctrina cristiana, según la posibilidad y capacidad de cada cual; empapando su inteligencia con el mayor conocimiento posible de aquellas verdades que atañen a la religión y por la razón pueden alcanzarse. Y como quiera que no sólo se ha de con...servar en todo su vigor pura e incontaminada la fe cristiana, sino que es preciso robustecerla más cada día con mayores aumentos, de aquí la necesidad de acudir frecuentemente a Dios con aquélla humilde y rendida súplica de los Apóstoles: Aumenta en nosotros la fe.
El deber de la profesión y propagación de la doctrina católica
"¿Cómo creerán en Él, si de Él nada han oído hablar?"
Lo primero que ese deber nos impone es profesar abierta y constantemente la doctrina católica y propagarla, cada uno según sus fuerzas. Porque, como repetidas veces se ha dicho, y con muchísima verdad, nada daña tanto a la doctrina cristiana como el no ser conocida; pues, siendo bien entendida, basta ella sola para rechazar todos los errores, y si se propone a un entendimiento sincero y libre de falsos prejuicios, la razón dicta el deber de adherirse a ella. Ahora bien: la virtud de la fe es un gran don de la gracia y bondad divina; pero las cosas a que se ha de dar fe no se conocen de otro modo que oyéndolas. ¿Cómo creerán en Él, si de Él nada han oído hablar? ¿Y cómo oirán hablar de Él si no se les predica?… Así que la fe proviene de oír, y el oír depende de la predicación de la palabra de Cristo. Siendo, pues, la fe necesaria para la salvación, síguese que es enteramente indispensable que se predique la palabra de Cristo.
Sapientiae Christianae, Encíclica de LEÓN XIII, Acerca de las obligaciones de los cristianos. Del 10 de enero de 1890