Queridos Fieles y Amigos en Cristo y María:
Hoy 25 de Agosto los miembros de Ntra. Soc. Religiosa estamos celebrando la Solemnidad de nuestro Sto. Patrón Luis IX Rey de Francia, también los miembros de la Tercera Orden Franciscana que lo tienen como Patrón y protector ya que San Luis fue Terciario Franciscano.
Muchas personas me han preguntado con cierto asombro del porqué nuestra Soc. Religiosa lleva el nombre de San Luis Rey de Francia, ya que les parece un poco raro, y yo solo me limito a contestarles que tres son los motivos por los cuales nuestra Soc. Lleva este nombre.
1º Porque es un Santo políticamente incorrecto, aunq
ue en gral. todos los santos lo fueron.
2º Porque es un Santo que “no vende” , sobretodo en la era de las “democracias”, las “libertades”, los “igualitarismos” y la “superación” del hombre frente a Dios.
3º Porque San Luis fue un modelo de varón cristiano, de político católico, de esposo, de padre de familia y de apóstol de Ntro. Señor Jesucristo.
En este Domingo he deseado compartir con ustedes una pequeñísima semblanza de la vida de este hombre de Dios para que con su edificante vida podamos reavivar el amor a Dios, a la Iglesia y a la Patria.
Nace en Poissy el 25 de abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, es coronado rey hasta 1234.
Hombre de gran talla espiritual, Luis IX, Rey de Francia, se muestra a la altura del papel que la Providencia le ha señalado, aprovechando las circunstancias históricas que le tocan vivir para llegar a ser santo. Su profunda religiosidad destaca en todo momento, apareciendo a los ojos de la Historia como un asceta que, a través del gobierno de su nación, llega a ser modelo de legisladores cristianos.
Padre de su pueblo, y sembrador de paz y de justicia, el reinado de San Luis se tiene, en lo humano, como uno de los más ejemplares y completos de la Historia. La idea de que el gobierno es ante todo un deber de servicio a los súbditos le hacía encaminar todos sus esfuerzos a conseguir la felicidad de éstos, ajustándose siempre a las normas más estrictas de la moral cristiana. Por ello, también en lo sobrenatural, su reinado es digno de admiración.
Sin duda, su madre, Doña Blanca de Castilla, influyó mucho en la formación de su personalidad. Mujer capaz y prudente, cuando a la muerte de su esposo Luis VIII, asume la regencia de Francia, no descuida la educación de su hijo. Y mientras se enfrenta enérgicamente con las dificultades del gobierno no se olvida de inculcarle los deberes propios de su futuro oficio, y ante todo va grabando en su alma el ideal de una vida al servicio de Dios. Más de una vez oirá el pequeño Luis de boca de su madre: «Hijo mío, prefiero verte muerto antes que en desgracia de Dios por el pecado mortal». El joven rey, a la sombra de su madre va creciendo en virtudes humanas y divinas.
Cuando Doña Blanca le considera con suficiente madurez para gobernar —está por cumplir los veinte años—, hace que le declaren mayor de edad. Ya rey, Luis IX no se olvida de seguir los consejos de su madre, a quien consulta siempre antes de decidir asuntos importantes.
Es por consejo de ella, que el mismo año contrae matrimonio con Margarita, la virtuosa hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza. A partir de este momento el rey Luis no sólo es modelo de hijos, sino también de los esposos. El amor ardiente que tiene a su mujer es correspondido por ella, y Dios bendice aquella unión con el don de la fecundidad. Recordando ahora lo que antes hiciera con él su madre Doña Blanca, no descuida la educación de sus hijos, cumpliendo perfectamente los deberes de padre, a la vez que desempeña los de rey.
Hasta la muerte, San Luis halla en su esposa la comprensión y aliento necesarios para luchar sin tregua por el bien de sus vasallos. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y los desamparados. Busca la paz entre todos, pueblo y nobleza, y se esfuerza por desterrar la perturbación que sembraban algunos de sus nobles por ciudades y pueblos. Ello provoca la última rebelión feudal, en 1240, a la que se une Enrique III de Inglaterra. San Luis lucha contra ellos y vence a los ingleses en Saintes, en 1242, pero a la hora de dictar las condiciones de paz sigue únicamente los dictados de la misericordia.
Todos los medios a su alcance los pone al servicio del bienestar de su nación. Establece las grandes ordenanzas, promulga una ley sobre la moneda y la organización de los negocios. Erige fundaciones benéficas, como el hospital de los «Quinzevingt», para trescientos ciegos. Limita el derecho de desafío, prohíbe el duelo y lo sustituye por la prueba ante testigos y las negociaciones contradictorias, con lo cual opera una completa transformación en la jurisprudencia. Firma el tratado de Corbeil, con Jaime I el Conquistador.
En toda su actividad no olvida que el bienestar del país no será completo si a las mejoras materiales no van unidas también las sobrenaturales. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y lucha para que desaparezca la herejía entre los fieles, implantando para ello la Inquisición romana. Favorece a la Iglesia en la introducción de sus decretos sinodales, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos eclesiásticos. Es fiel en todo momento al Romano Pontífice, y cuando hace de mediador entre Federico II y el Papa, defiende siempre a la Iglesia.
Personalmente da a su pueblo un gran ejemplo de piedad y devoción. Ama la penitencia y los sacrificios, y no ahorra cilicios, ni disciplinas. Sienta a su mesa a los pobres y desamparados, recorre hospitales y reparte limosnas. Se entrega largamente a la oración. Devoto de las sagradas reliquias, edifica en París la «Sainte Chapelle» para albergar dignamente la corona de espinas, y más adelante otras veneradas joyas.
En 1248 escucha el llamamiento de Inocencio IV, y se lanza a la reconquista de los Santos Lugares, ocupando Damieta en 1249; pero en el año siguiente cae prisionero en Mansurah, cautividad de la que finalmente puede salvarse. San Luis continúa luego, con los restos de su ejército, hacia San Juan de Acre, visitando Nazaret, el Monte Tabor y Caná, pero la muerte de su madre, en 1254, le hace emprender el regreso.
En 1270 emprende una cruzada en contra de los Musulmanes en defensa de los Santos Lugares y es víctima de la peste juntamente con muchos miembros de su ejército a quien él personalmente cuidaba, muriendo el 25 de Agosto de 1270 a los 55 años.
Es canonizado por el Papa Bonifacio VIII el 11 de Agosto de 1297.
Con esta breve semblanza deseamos rendir nuestro amor, admiración y devoción a Nuestro Santo Patron San Luis Rey de Francia, pidiendo siempre su santa protección.
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Misa de esta mañana |
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Durante la Epístola |
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Durante la Reflexión Dominical |
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Elevación del Corpus Christi |