San Luis IX rey de Francia y la Virgen del Carmen
El Santo Luis IX, al volver de la guerra de Palestina, el año 1254, se vio embestido por deshecha tempestad, hallándose frente al Monte Carmelo. Sus navíos fueron dispersados. El desaliento y la desesperación habían se apoderado de todas las tripulaciones.
El naufragio de la armada parecía inminente.
Sólo el corazón magnánimo del monarca mostrábase confiado.
Cuando en medio de la obscuridad el vendaval le trajo el tañido lejano de una campana, y pregunto donde sonaba, supo que era la señal de Maitines de los Monjes del Carmelo.
Vuelve, entonces, los ojos en aquella dirección, y, con ferviente súplica, hace voto de visitar a la Reina del Carmelo, si a él y a los suyos los libra de la muerte.
Bastó esta plegaria. La Reina de los mares se le aparece rodeada de luz, diciéndole:
“No temas, yo misma seré tu auxilio, vengo para librarte a ti y a tu gente de los peligros de este mar”
Después de estas palabras se serena el cielo, se sosiega el mar, se salvan las naves y el hijo de la reina Blanca de Castilla, acompañado de sus guerreros, sube al Carmelo a rendir afectuosas gracias a su celestial Salvadora.
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