Reflexión

INDISPENSABLE REFLEXIÓN

Sobre el Sedevacantismo se ha dicho lo que se ha querido, muchos han opinado sobre esta posición teológica y canónica católica sin conocer en profundidad sus verdaderos orígenes y desarrollo, sus verdaderos protagonistas --eclesiásticos de la mayor relevancia jerárquica como intelectual--, sus verdaderos y graves fundamentos dogmáticos, su imperiosa razón de defender a los católicos de la grave apostasía y cisma en el que ahora viven y malviven. Paradójica y curiosamente sus máximos enemigos y detractores han sido aquellos que se dicen "defensores de la tradición católica", estos son los falsos tradicionalistas, todos ellos ex miembros de la FSSPX a la cual hoy día calumnian y difaman con un diabólico resentimiento; dirigidos por una élite infiltrada con psudosteólogos que inventaron laberínticas "tesis" rabínicas-dominicas-jesuíticas, y de una gran malicia al servicio del complot judeo-masónico, y secundados por la complicidad y servilismo de una mayoría de incautos que movidos siempre por la ingenuidad de una cómoda negligencia se alimentan de las "teologías" y de los "teólogos" del facebook o de los blog de la internet. Frente a todos estos paracaidístas devenidos en estos últimos meses al "sedevacantismo" los hay de muchos colores, entre ellos contamos a los desilucionados por el coqueteo de Jorge Bergoglio con los Protestantes, Judíos y Musulmanes, como si Ratzinger, Wojtila y Montini no lo hubiesen hecho antes, estos nuevos "sedevacantistas" creen que solo Bergoglio es hereje formal y material y por lo tanto no es papa, pero los muy incautos "ignorantes en la cuestión" aceptan la misa nueva y los sacramentos dados con el nuevo ritual inválido e ilegítimo de Paulo VI. Los Católicos fieles creemos firmemente que el último Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana fue S.S Pío XII y que de allí por defecto y consecuencia de la Grana Apostasía ha cesado la institución del cónclave y cualquier iniciativa al respecto, solo será una delirante intentona.

miércoles, 28 de enero de 2015

LOS SIETE PECADOS CAPITALES Y LAS VIRTUDES CONTRARIAS



Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados.
Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como siete: vanagloria (orgullo), avaricia, glotonería, lujuria, pereza, envidia, ira. San Buenaventura (Brevil., III,ix) enumera los mismos. El número siete fue dado por San Gregorio el Grande (Lib. mor. in Job. XXXI, xvii), y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media. Escritores anteriores enumeraban 8 pecados capitales: San Cipriano (De mort., iv); Cassian (De instit. cænob., v, coll. 5, de octo principalibus vitiis); Columbanus ("Instr. de octo vitiis princip." in "Bibl. max. vet. patr.", XII, 23); Alcuin (De virtut. et vitiis, xxvii y sgtes.) 
El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomas (II-II:153:4) “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”. 
Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material o espiritual, real o imaginario.
Todos tenemos una tendencia hacia los pecados capitales por nuestra concupiscencia que es la insubordinación de los deseos a la razón; la inclinación de la naturaleza humana hacia el pecado. Esta inclinación es causa del pecado original.
Los apetitos sensitivos del ser humano tienen un movimiento espontáneo hacia lo que la imaginación presenta como placentero y en contra de lo que presenta como doloroso. La concupiscencia incluye también los deseos desordenados de la voluntad, la tendencia hacia estos siete pecados.

Pecados Capitales y las virtudes para vencerles

1- SOBERBIA: ante el deseo de alto honor y gloria
HUMILDAD: Reconocer que de nosotros mismos solo tenemos la nada y el pecado.
2- AVARICIA: ante el deseo de acaparar riquezas 
GENEROSIDAD: Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.
3- LUJURIA: ante el apetito sexual 
CASTIDAD:  logra el dominio de los apetitos sensuales
4- IRA: ante un daño o dificultad 
PACIENCIA; Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.
5- GULA: ante la comida y bebida 
TEMPLANZA. Moderación en el comer y en el beber
6- ENVIDIA: resiente las cualidades, bienes o logros de otro porque reducen nuestra auto-estima CARIDAD:  Desear y hacer siempre el bien al prójimo
7- PEREZA:  del desgano por obrar en el trabajo o por responder a los bienes espirituales
  DILIGENCIA: Prontitud de ánimo para obrar el bien

jueves, 8 de enero de 2015

¿ES NECESARIO QUE EL REMANENTE DE CATÓLICOS DEBA TENER OBISPOS GOBERNANTES O JURISDICCIONALES?


Capilla Virgen de Luján
La respuesta a esta pregunta es no. Durante la herejía arriana del siglo IV, sólo el 1-3% de las cátedras episcopales (es decir, las sedes de los obispos) fueron ocupadas por los católicos, el resto fueron usurpadas por los arrianos, como lo señala el eminente erudito patrístico, P. Jurgens.
P. William Jurgens: “En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos pocos años antes de la predicación de Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), posiblemente el número de obispos verdaderamente católicos en posesión de sus sedes, en comparación a la posesión de los arrianos, no era mayor de entre 1% y 3% del total. Si la doctrina hubiera sido determinada por la popularidad, hoy todos seríamos negadores de Cristo y contrarios al Espíritu”[1].
En el siglo IV, la herejía arriana se extendió tanto que los arrianos (que negaban la divinidad de Cristo) llegaron a ocupar casi todas las iglesias católicas y parecía ser la jerarquía legítima básicamente en todo lugar.
San Ambrosio (382 d.C.): “No hay para mí suficiente horas en el día como para recitar siquiera los nombres de todas las sectas de los herejes”[2]
Las cosas se pusieron tan mal que San Gregorio de Niza se vio obligado a decir lo que bien podría decir el remanente o resto pequeño católico hoy en día.