I. Debido a la situación sin precedentes de la Iglesia Católica, y a la responsabilidad moral que tienen los fieles para recibir los sacramentos válidos, los sacerdotes de la Sociedad Religiosas San Luis Rey de Francia muy ciertamente deben continuar la misión de la Iglesia, santificando a los fieles a través del ofrecimiento del Santo Sacrificio de la Misa de Siempre, la administración de los Sacramentos y otras obras pastorales. La intención de la Iglesia es que la Gloria de Dios y la salvación de las almas es la ley suprema. El Código de Derecho Canónico de 1917 continuara siendo la guía de los miembros de la Sociedad Religiosa (aunque no obliga).
II. Nuestro Señor Jesucristo, envía a los Apóstoles a todas las naciones a continuar su propia misión redentora, que es “hacer partícipes (a los hombres) de la comunión que existe entre el Padre y el Hijo: id… y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado”. (Mt. 28,19 – 20).
III. Todos los miembros de la Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia participaran con su esfuerzo de la misión apostólica de la congregación, aun cuando desempeñen tareas ajenas a lo que es propio del trato de las almas. También los religiosos enfermos, y cuando los haya, los ancianos, participan con sus sufrimientos en el apostolado que ejercen los otros miembros, y en grado sumo, ya que están completando lo que falta a la Pasión del Señor.
IV. Los sacerdotes de la Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia se ocupan de un apostolado activo que incluye el trabajo parroquial, la enseñanza, la edición y publicación de literatura católica; viajaran para hacer posible la Santa Misa y los sacramentos a los fieles católicos que no tienen sacerdotes fieles a la Fe de Siempre.
V. El sacerdote fiel, celebra solamente la Misa de Siempre en latín y de cara al Tabernáculo y en la que se repite el Gran Sacrificio del Calvario, y mediante el cual se convierte el en el canal de gracia para su rebaño. Cuando administra el sacramento de la Penitencia, otorga la absolución, en una confesión privada, a todos los que verdaderamente están arrepentidos. De ese modo borra el pecado y ocasiona la sanación de las almas. El lleva las almas a Dios a través del Santo Bautismo, y administra el sacramento de la Extremaunción a aquellos en peligro de muerte, de tal manera preparándoles sus almas para la Gloria. Además, aconseja a los hombres y mujeres, mientras se preparan para el matrimonio y la paternidad, en una sociedad que ya no cree en la santidad de ninguno, y los une en santo Matrimonio.
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