Esperamos será de provecho a nuestros benévolos lectores la siguiente carta de un misionero jesuíta que da a conocer vividamente un rincón de nuestra patria poco conocido. El P. Aznar es un varón increíble; tiene 71 años (en 1966) con innumerables trabajos, accidentes, enfermedades, operaciones, caídas — una actualmente. Su vida ha sido siempre como esta carta la revela por transparencia. L. c. c p.
...Quiero ya hacerle un resumen de las 2 Misiones pasadas. MISION, de más de 2 meses, en OJO DE AGUA (sur de Sgo. del Estero)de RUMIHUASI, Dto. Minas. Está el paraje de Rumihuasi en lo último ya de Córdoba, a más de 260 kilómetros. Existe una capillita allí, que levantaron los de la zona. Todos los vecinos aportaron. Es menuda, pero en la capacidad se parece a lo de la acordeón. Entran en ella y parece se va agrandando y siguen teniendo lugar para otros más. Está a más de mil metros de altura. El paraje hermosísimo y más hermosas y lindas las almas. Pero allí ninguna otra cosa se halla. De una breña brota un gran ojo de agua. De ahí toma el nombre el lugar. Pocas casas y aisladas mucho. Sus techos de paja y al estilo de ranchos. Para conocerse los puestos o puntos de población toman diversos nombres: El Aguilita, Burro Muerto, Cañadita, La Loma, el Carancho muerto, Burra muerta, La quebrada, Muía, .Los Molles, Las Totoritas... Yo había de madrugar e ir pronto a llenar en el Ojo de Agua varios baldes para abastecerme todo el día. Salido el sol van llegando los animales al arroyo y lo enturbian y ensucian. Ya no se puede alzar más agua para beber. Me hacía yo la comida como siempre acostumbro en misiones. Pero he de aumentar a veces la olla y guardar para algún viejito o anciana ya enfermos y que no pueden ser atendidos por vecinos. Me viera cómo aquí después de comer recorría unas lomitas con la ollita en la mano hasta el rancho de una enferma, la Tapia. Decían que estaba tísica. En realidad a penas se la oía cuando hablaba. Se parecía a esqueleto. Daba miedo por sus facciones indias. Pero con el caldo de una gallinita que me obsequiaron, las presas del avecita y otras carnes con papas, fideos, pelones se revivió en forma, que se vino a la capilla y confesó y comulgó. Lo que tenía era hambre y miseria. Se pasmaron los de la zona de esa resurrección. Para que no quedara en el desamparo después de la Misión, la requerí se fuera a vivir con un sobrino de otro puesto, en que vivían también unas sus primas. Así se realizó y fuése muy contenta. Las gentes sencillas dijeron que el misionero la curó con lo que traía en la olla. Hube de emplear 3 semanas en preparar a los chicos. Los que acudían a la escuelita. Gasté otras 2 semanas para otros de lejos. Muy inteligentes. Si viera con qué destreza y habilidad aran aun los menuditos, y van sembrando los muy pequeños detrás del que hace el surco. Los chicos son los que preparan los campitos, y hacen las siembras. Mientras, sus madres llevan el hogar, y los varones grandes y padre trabajan en minas, hornos de cal y cercos. Por ello cuando después de lluvias está sazonada la tierra y dispuesta no acuden a la escuela. También en la cosecha. He de hablar en otra narración de ellos; pues tienen hechos muy lindos y frases encantadoras. Pobrísimos y sencillos son pero muy comedidos, como los de la región. Los matrimonios hasta con 14 hijos. Otros con 9, 7, 8, 5. Numerosos. Apenas hallé en la zona un solo hijo natural. Para confesarse entraba primero el padre y la madre. Después el padre iba señalando al hijo varón que le tocaba acercarse a la confesión. La madre hacía otro tanto con las hijas. Hacía 10 años que ahí había yo misionado. Ahí cumplí ahora los 70. Ningún otro ha ido a atender. Triste que a gente tan de buena voluntad y tan pobre no puedan acudirías. Hubo Domingo que pasaron de 100 las comuniones. Acudían hasta de muchos kilómetros, a caballo, en burros, en bicicletas, en sulkis y muy muchos caminando. Viejitas de más de 80 años, que se vinieron de a pie cerca de 2 horas de camino. En conjunto pasaron de 1.000 las comuniones. De donde acudían muchos era de las Toioriias. Lugar muy lejano. De camino hay como 1 hora y media. Se venían de ahí ancianos de mucha edad. Los chicos de ese lugar acuden cada día caminando a la escuelita de Ojo de Agua. Yo no quise ser menos. Hube de ir a bendecirles los ranchos. Supe había allí un anciano, don Sinforoso, de 107 años, enfermo. Tomé por guía a un muchachito menudo, que me hizo la primera comunión. A penas lo seguía yo caminando. Ese día entre ida y vuelta y recorrido de aquella ranchería Las Toioriias gasté unas 5 horas de caminar. Pero tuve el consuelo de bendecirles los ranchos. Creo había unos 23. Confesé al viejo de 107 años. A otro de 99 que hacía mucho no confesaba. Tenía los ojos mirando siempre para arriba, y si se excitaba, se le movían retorcidos. No salía del ranchito. Se confesó una cieguita. Otro impedido y una viejita de 109 años. Pero esta almita buena, no quería recibir ahí al Señor. Quiso la llevaran sobre mula a la capillita y oír Misa antes de morir. Se la subió pues, sobre mula muy mansa y el nietito de 11 años la llevó a Ojo de Agua. Ahí asistió al acto de la Misión y la puse a la mañana delante de todos los niños y oyó la Misa y comulgó. Ya después se hizo llevar para su rancho. Más de dos horas de andanza sobre rnula. Entre los de Las Toioriias repartí casi todas las bolsas de ropitas que llevé. Fueron 9. Lo que no tuve para darles fue tela blanca y de cotín para hacerse colchones. Tampoco frazadas. Tuve gran consuelo en eso. Pero aquel día fue vísperas de tempestad y de rayos de sol abrasadores. Volví todo empapado en sudor y sin haberme podido secar. Así pasé al acto de la noche. Lo cierto que se me mojaron y reblandecieron las cicatrices sobre la crina. Se rasgaron y ya formaron llagas. Por ese inconveniente y estorbo desistí de pasar a Rumiaco, terminada la Misión.
Jamás en Rumiaco se ha misionado. Habré de ir así apenas mitiguen los calores. Acudí cerca de Rumiaco a unos 35 kilómetros hasta Rodeo Grande. Me buscó el padre de un joven epiléptico al cual yo le confesé unos meses antes. Empeoró ese joven que soportaba esa enfermedad desde chiquito. Era un ángel. Su padre subió la muía y se vino, pues su preocupación era que su hijo se salvara. Se puso en muchos gastos en razón de que le preparara al hijo y muriera en la gracia de Dios. Buscó a un amigo y le dio muy buen pago para que con su coche me llevara. Cuando yo volvía de asistir al hijo, él aún andaba sobre la muía, camino de su casa. Lo vi triste y apenado y se acercó llorando y me pregunta: ¿y morirá en gracia de Dios mi hijo? ¡Pues, claro que está en gracia de Dios e irá al cielo! Ese hombre cambió el rostro, y sonrió con un gozo y alegría que nos conmovió a! que llevaba el coche y a mí. Toda esa familia la conocí cuando acudía yo a los Ejercicios en la Villa cura Brochero. Hasta allá iban al retiro. Más de 100 kilómetros de distancia. Estando en Ojo de Agua les llovió bastante y llenos de gozo empezaron sus siembras de maíz. Revestido todo de verdor y remozados los árboles, eran de verse los pajaritos brasitas de fuego sobre ramitas. Abundan las palomitas todas blancas y los picaflores de larga cola. Se pobló de golondrinas y nidos de cotorras y loros. Las chuñas se veían por doquier. Arrullaban como con gemido las palomas grandes montaraces, Los chorlitos negros en bandadas y los amarillos jilgueros y cabecitas negras, alegraban con sus trinos y gorjeos. Hermosísimas aquellas lomitas y campitos. Nada extraño que diga el libro santo escribiendo de la Sabiduría de Dios: "La beldad y lindeza de los campos está en mí". Lo cual se aplica también a la Humanidad de Cristo y a la Virgen María. Un tanto me costó salir después por los vados deshechos y algún pantano en el bajo. Hacia los postreros días de Misión entró en la red el pez mayor, que se parecía a tiburón. Era un rico almacenero que decían hacía unos 20 años no se confesaba. Larga es y de tiempo su conversión. Haré después su historia en que aparece !a obra de Dios. Baste ahora decir, que se confesó primero que su señora e hijos, que asistieron a la Misa por sus finados. Tuvimos la fiesta de los chicos y su Comunión. El acto del Vía Crucis; actos de alegría y magia con títeres y los monos músicos. En el día de las confirmaciones todos los padrinos y madrinas de los confirmados, confesaron y comulgaron para recibir también ellos al Espíritu Santo junto con sus ahijados. Cuando volvía de Las Totoritas pregunté en el camino al chico que me acompañaba, de 13 años: ¿cuándo volvería a confesarse? Me dijo con sencillez: No, no me voy a poder confesar. No hago ya ningún pecado. Pienso y no tengo ninguno. Pero, siquiera ¿alguna mentirita, le digo, o retos a los animales? Natía, nada de eso; ni desobedecer. Al fin, ya de vuelta para Córdoba, hube de soportar la gran tribulación y desventura en ¡o humano. Se había reto el elástico delantero de la base del coche. Se rompió cortándose el chasis, por debajo de donde me siento. Saltó el paragolpes de delante. Se rajaron guardabarros. Saltó el capó o cubierta del motor. Quedó colgando la bocina. Se rompió y abrió la puerta de atrás y cayeron baldes y cacerolas... Sólo estaban sanas ruedas y engranajes y el magnífico motor del Forcito A.. . del 1929... y me apuré en llegar a Córdoba antes que se deshiciera del todo el coche. Ya antes de la ida a P.umihuasi, había hecho cambiar los palieres y los gemelos de sustentación. TODO: por los malos caminos de piedra ya limpia y lavada...; y Ide tan reviejo el cochecito! Lo que más me apura es, que la dirección baila un tanto, de tan gastadas las piezas. Suyo hermano y siervo en Jesucristo:
Antonio Aznar S. J. Mi dirección es ahora: "Quinta del Niño Dios - Carlos Paz - CORDOBA"