Hemos deseado compartir con nuestros lectores y visitantes, este hermoso, como valioso escrito que está tomado del prólogo al conocidísimo devocionario ANCORA DE SALVACIÓN, que es muy probable que muchos de ustedes lo hayan conocido, o bien lo han visto en casa de sus abuelas, o bien lo posean como herencia de ellas. Decimos esto ya que era muy común que las personas devotas lo tuviesen y que fueran también a la Santa Misa con este devocionario, ya que incluia como seguir la Misa.
Si usted tiene la gracia de poseerlo, les aseguramos que tiene con usted un Tesoro escondido y debe compartirlo con sus hijos, amigos y descendientes ya que creemos que no se va a reeditar más. Es un libro muy valioso, léalo, rece con él y entone los himnos que al final del libro se encuentras, ya que están cargados de doctrina y piedad.
Como dijimos, aquí le dejamos el prólogo del mismo que es indesperdiciable y que nos hace ver en pocas páginas lo que el libro contiene.
¡ QUE BELLA Y CONSOLADORA ES LA RELIGIÓN !
No hay ni puede haber más que un solo Dios, infinitamente sabio, poderoso, justo y perfecto. Eterno, siempre ha sido, es y será: infalible, no puede engañarse, ni engañarnos; inmenso e indivisible, está todo en todas partes; y aunque, dando el ser a cuanto existe, lo oiga y vea todo, no obstante, no se le puede ver en la presente vida, por ser espíritu y carecer de cuerpo. Distínguense en Dios tres personas, absolutamente iguales en perfección: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y aunque el Padre sea Dios, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, scon todo no son tres Dioses; porque aunque sean tres personas distintas, no. son más que una sola naturaleza divina. Tal es el misterio inefable de la Santísima Trinidad. Tú eres, oh hombre, bella imagen o hechura de este gran Dios. Sí; obra eres tú, y obra son de sus manos los cielos, la tierra y cuanto contiene el universos ¡Qué poder el suyo! Hágase, dijo: y todo fué hecho, (Libro del Génesis) Crió a los Ángeles, espíritus nobilísimos que carecen de cuerpo: mas ensoberbecidos y rebelándose muchos contra su Hacedor, fueron convertidos en demonios y arrojados al infierno; y permaneciendo fieles los demás, lograron ser moradores de la patria celestial. ¡Cuánta es, oh hombre, tu nobleza y dignidad! Uno de estos príncipes que asisten al trono del Altísimo es tu Custodio: el Cielo es tu patria bienaventurada: pues la tierra, valle de lágrimas y lugar de destierro, sería morada indigna de tu grandeza. No naciste para allegar mezquinos tesoros, ni para disfrutar de gozos efímeros, corriendo tras los honores y placeres engañosos. ¡Ah! esos bienes vanos y caducos podrán deslumhrarte, mas no satisfacer; podrán irritar, mas no apagar la sed que te devora áe felicidad. Eres más que todo eso: sólo Dios puede llenar el vacío inmenso que llevas en tu alma. Fuiste criado para conocer el Bien infinito, para que conociéndole le ames y sirvas, y amándole y sirviéndole le poseas un día eternamente- ¡Qué noble es tu destino! ¡Qué fin tan glorioso! Si lo logras, la felicidad de Dios será un día tu felicidad. Y no disfrutará de ella ta alma solamente, sino aun tu mismo cuerpo, que resucitará al fin del mundo por la omnipotencia divina. Empero no se da sin méritos tan grande galardón. ¡Cómo! exigiendo tú del jornalero, penosísimos sacrificios por un módico salario, ¿quisieras tú obtener un galardón infinito sin sacrificio alguno? Siendo Dios tu dueño y Señor absoluto, tiene sobre ti y sobre todas tus cosas un imperio soberano; por eso vela próvido sobre tus pensamientos, palabras y acciones; provee a tus necesidades; y te suministra tantos medios como seres encierra el universo, para que alcances el último fin. .Te dio libertad, es cierto; más no para que vivas a tus antojos, constituyéndote fin último de ti mismo; sino para que observando libremente los mandamientos que te fueron impuestos de Dios y de la Iglesia, merezcas la bienaventuranza eterna; pero ¡ay de ti si no los observaras! Hallarías entonces una eterna infelicidad. Lo creas o no, la cosa es y será así. Mas si tanto desea Dios que me salve, dirás por ventura: ¿cómo me aquejan tantos males? ¡Ah! no saliste así de las manos del Hacedor; Dios crió a tus primeros padres Adán y Eva exentos de pena, y hasta los colocó en el paraíso. Pero ingratos desconocieron a su Soberano, comienron de la fruta vedada, y fueron arrojados del Edén y despojados de la justicia original, *¡ Qué extraño es que, heredando el hijo la suerte de los padres, quede como ellos sujeto a trabajos, enfermedades y a la muerte, triste consecuencia del pecado original! Pero, mortales, no quedará esta desgracia sin remedio: el Hijo de Diosj^la segunda persona de la Santísima Trinidad, para librarte de la esclavitud del pecado y del demonio, se dignó tomar carne humana en las entrañas de María Santísima, quedando ésta con nuevo portento Virgen en el parto, no menos que antes y después del parto. Pues no se efectuó esta maravilla por obra de varón, como en los demás hombres, sino por la del Espíritu Santo, que, formando de la sangre de María un cuerpo perfectísimo, y criándole un alma, y uniéndose luego a entrambos el Verbo divino, resultó aquella portentosa unión de la naturaleza divina y humana en Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Como hombre, nació en el establo de Belén, lloró, sudó, padeció cruelísimos tormentos hasta expirar en un afrentoso leño. Como Dios hombre, satisfizo y-mereció, y de una manera tan cumplida y sobreabundante, que bastará para redimir infinitos mundos, siendo infinita la majestad de la Persona que satisfizo. Pero ¿de qué nos aprovechara que Jesús viviera treinta y tres años entre los hombres, enseñara la moral más pura y sublime, comprobara su divinidad con estupendos milagros y vertiera su sangre por nosotros, sí resucitado al tercer día, como predijo, y fundando la Iglesia, no perpetuara su grandiosa obra hasta el fin del mundo? La perpetuó en efecto; pues cuarenta días después de la Ascensión de Jesús a los cielos, descendió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre los Apóstoles; y la Iglesia, es decir, la Congregación de fieles Cristianos, cuya cabeza es Pedro y sus sucesores los Romanos Pontífices, fué propagada y establecida por todo el mundo por doce rudos y pobres pescadores, que confundieron a los sabios y poderosos del siglo; y esta Iglesia, sostenida con perenne milagro, a pesar de las más crueles persecuciones, sellada con la sangre de dieciocho millones de mártires, a despecho del incrédulo y del impío, de los Césares y de las potestades del infierno, de la envidia y de.todas las pasiones, permanece, después de "diecinueve siglos, siempre victoriosa de pruebas las más rudas, y subsiste inalterable con aquella misma fe, pureza de doctrina y santidad de costumbres con que salió de las manos de su divino Autor. Salve, Iglesia santa; bien se ve que no te sostienen auxilios humanos, sino el brazo del Omnipotente: no estás fundada sobre la arena de promesas y teorías deslumbradoras, sino sobre la firme roca de la eterna verdad. Salve, Iglesia Católica, figurada por el arca de Noé, fuera de la cual no hubo salvación. Miembros tuyos somos los que militamos bajo tu estandarte en la tierra, los Santos que triunfan en el cielo, y las Ánimas que sufren en el Purgatorio. Y con tan estrechos lazos unes a tus miembros, que en virtud de la comunión de los Santos, nosotros, con oraciones y sufragios, podemos aliviar a las benditas Ánimas del Purgatorio, y los Santos con su poderosa intercesión pueden socorrernos desde el cielo.
Salve, Iglesia divina, columna, fundamento y única depositaría de la.verdad: única que en los santos Sacramentos^ posees medio de eficacia infinita para salvarme. ¡Oh! ¡cuánto te desvelas por mi santificación y eterna felicidad! Nací; y borrándome la culpa original y comunicándome un ser divino, me hiciste por el Bautismo hijo de Dios y heredero del cielo (1). Crecí; y fortaleciéndome con las gracias y dones del Espíritu Santo en la Confirmación, me hiciste varón perfecto en la virtud. Débil, tenía necesidad de sustento; y ¡qué alimento me das< tan excelente en la Eucaristía, regalándome el Cuerpo de Jesús en comida y su Sangre en bebida! A pesar de tan exquisito manjar, puedo caer enfermo; mas ¡con qué ternura sanas mis heridas con la Penitencia, y me das preservativos eficaces para nunca recaer en las dolencias pasadas! Y cuando luche con las agonías de la muerte y con el enemigo infernal, entonces más consoladora que nunca me darás con la Extrema-unción salud, si me conviniere y si no me conviniere, purificándome de las reliquias del pecado, me conducirás tranquilo al tribunal del Juez supremo. Y no contenta con prodigarme a mí tantos favores, los extiendes a todo el mundo y los perpetúas hasta la consumación de los siglos, ya creando por medio del Orden ministros idóneos que dispensen los Sacramentos y ejerzan dignamente las funciones sagradas; ya con el Sacramento del Matrimonio, dando al mundo dignos padres de familia; que, educando cristianamente a sus hijos, glorifiquen a Dios y conserven la sociedad. ¡Qué bella y consoladora es la Religión! ¡Qué dignos son de compasión los que no la conocen, o conociéndola y admirándola, no tienen valor para conformar su conducta con la sublime doctrina que ella nos enseña! ¡Oh! Seqúese mi mano diestra, si me olvidare de ti; pegúese mi lengua al paladar, si no me acordare de ti, Iglesia Santa. (Ps. cxxxvi).
(!) Siendo el Bautismo la puerta de los demás Sacramentos, cualquiera le puede conferir, en caso de necesidad, echando agua natural sobre la cabeza, y formando tres cruces, al decir: Yo te bautizo en el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo.
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