Reflexión

INDISPENSABLE REFLEXIÓN

Sobre el Sedevacantismo se ha dicho lo que se ha querido, muchos han opinado sobre esta posición teológica y canónica católica sin conocer en profundidad sus verdaderos orígenes y desarrollo, sus verdaderos protagonistas --eclesiásticos de la mayor relevancia jerárquica como intelectual--, sus verdaderos y graves fundamentos dogmáticos, su imperiosa razón de defender a los católicos de la grave apostasía y cisma en el que ahora viven y malviven. Paradójica y curiosamente sus máximos enemigos y detractores han sido aquellos que se dicen "defensores de la tradición católica", estos son los falsos tradicionalistas, todos ellos ex miembros de la FSSPX a la cual hoy día calumnian y difaman con un diabólico resentimiento; dirigidos por una élite infiltrada con psudosteólogos que inventaron laberínticas "tesis" rabínicas-dominicas-jesuíticas, y de una gran malicia al servicio del complot judeo-masónico, y secundados por la complicidad y servilismo de una mayoría de incautos que movidos siempre por la ingenuidad de una cómoda negligencia se alimentan de las "teologías" y de los "teólogos" del facebook o de los blog de la internet. Frente a todos estos paracaidístas devenidos en estos últimos meses al "sedevacantismo" los hay de muchos colores, entre ellos contamos a los desilucionados por el coqueteo de Jorge Bergoglio con los Protestantes, Judíos y Musulmanes, como si Ratzinger, Wojtila y Montini no lo hubiesen hecho antes, estos nuevos "sedevacantistas" creen que solo Bergoglio es hereje formal y material y por lo tanto no es papa, pero los muy incautos "ignorantes en la cuestión" aceptan la misa nueva y los sacramentos dados con el nuevo ritual inválido e ilegítimo de Paulo VI. Los Católicos fieles creemos firmemente que el último Papa de la Iglesia Católica Apostólica Romana fue S.S Pío XII y que de allí por defecto y consecuencia de la Grana Apostasía ha cesado la institución del cónclave y cualquier iniciativa al respecto, solo será una delirante intentona.

miércoles, 10 de julio de 2019

Revista Roma N° 117 UNA ENFERMEDAD DE LA INTELIGENCIA: EL LIBERALISMO Daniel Raffard de Brienne


Tomado de: Catolicosalerta.com
La inteligencia, facultad espiritual perteneciente al alma inmortal, da al hombre toda su dignidad al permitirle acceder a la verdad. Esta dignidad se manifiesta en la búsqueda de la verdad y más aun en su posesión. Alcanza su apogeo cuando la inteligencia acepta el conocimiento de las realidades sobrenaturales que descubre la Revelación.
Muchos hombres, es verdad, no llegan a esas cimas del conocimiento. Algunos no poseen las capacidades necesarias, a causa de algún defecto de su herramienta intelectual. Otros no se benefician con la enseñanza de la Revelación; pueden, sin embargo, alcanzar los linderos de lo sobrenatural por medio de sólo la filosofía natural.
Muchos se extravían en la ruta, al hacer un mal uso de su inteligencia. Y el mal uso de la inteligencia proviene, del mal uso de otra facultad espiritual: la voluntad libre. El hombre tiene en efecto el poder de determinarse libremente por la verdad y el bien y suele acontecer que haga mal uso de ese poder y elija el error y el mal.

3 comentarios:

  1. Estos artículos sobre el desastre que está realizando el liberalismo con sus siofismas y máximas ya condenadas por los papas en el transcurso de la historia, es fundamental para continuar en la lucha contra los anticristos, sino se entiende esto, todas nuestras empresas de apostolados van camino a la muerte

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  2. “El Liberalismo es pecado, ya se le considere en el órden de las doctrinas, ya en el órden de los hechos.
    “Además el Liberalismo es toda inmoralidad, porque en su proceso histórico ha cometido y sancionado como lícita la infraccion de todos los mandamientos (…)”
    “En el órden de las doctrinas es pecado grave contra la fe, porque el conjunto de las doctrinas suyas es herejía, aunque no lo sea tal vez en alguna que otra de sus afirmaciones o negaciones aisladas. En el órden de los hechos es pecado contra los diversos Mandamientos de la ley de Dios y de su Iglesia, porque de todos es infracción. Más claro. En el órden de las doctrinas el Liberalismo es la herejía universal y radical, porque las comprende todas (…)”

    “En el órden de los hechos el Liberalismo es un conjunto de obras inspiradas por aquellos principios y reguladas por ellos. Como, por ejemplo (…) la expulsion de las Ordenes religiosas; los atentados de todo género, oficiales y extraoficiales, contra la libertad de la Iglesia; la corrupcion y el error públicamente autorizados (…) la guerra sistemática al Catolicismo (…)”
    “Principios liberales son:
    “la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su autoridad;
    “soberanía de la sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma;
    “soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad, expresado por el sufragio primero y por la mayoria parlamentaria después;
    “libertad de pensamiento sin limitacion alguna en política, en moral o en Religion;
    “libertad de imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada;
    “libertad de asociacion con iguales anchuras.
    “Estos son los llamados principios liberales en su más crudo radicalismo.”
    De estas líneas podemos concluir que ser liberal para el padre Sardà era algo así como ser un “Terminator” en versión anticatólica, ser una persona relativista y sin ningún planteamiento moral ni ético, con tendencia a cometer todo tipo de pecados y tropelías.
    Lo que el padre Sardà enumera como principios liberales son, en realidad, una simple y exagerada caricatura de los principios democráticos que existen hoy en día en todos los países de mayoría cristiana (salvo muy contadas excepciones). Esa tendencia a asignar al liberalismo una apuesta por la libertad en términos absolutos, sin ningún sentido de la responsabilidad, ni de la ética ni de la moral, es una constante en las corrientes integristas, que muestran un poco disimulado rechazo por la propia democracia.

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  3. Pero sigamos repasando el libro del padre Sardà. Establecida su caricatura deforme y grotesca de lo que es el liberalismo, pasa a demonizar y criminalizar en grado sumo a quienes lo defendemos, hasta llegar a unos extremos que denotan cierta obsesión por parte del autor. El retrato resultante es el que sigue:
    El liberalismo, pues, no sólo es idea y doctrina y obra, sino que es secta.”
    “¿Qué es el Liberalismo? En el órden de las ideas es un conjunto de ideas falsas; en el órden de los hechos es un conjunto de hechos criminales, consecuencia práctica de aquellas ideas.”
    “Es el mundo de Luzbel, disfrazado hoy dia con aquel nombre (…)”
    “De consiguiente, el Liberalismo, que es herejía, y las obras liberales, que son obras heréticas, son el pecado máximo que se conoce en el código de la ley cristiana.
    “De consiguiente (salvos los casos de buena fe, de ignorancia y de indeliberacion), ser liberal es más pecado que ser blasfemo, ladron, adúltero u homicida, o cualquier otra cosa de las que prohibe la ley de Dios y castiga su justicia infinita.”
    Esto me recuerda a aquella funcionaria que abofetea a Hommer Simpson al verle fumando en un establecimiento público y le espeta: “es usted peor que Hitler”. Está visto que el padre Sardà era muy poco mesurado y tenía una clara inquina hacia los liberales, pero llegar a estos extremos, en fin, ya es rozar el ridículo.
    Me pasma que en el mundo actual haya católicos sensatos que sigan dando crédito a estas delirantes afirmaciones de un sacerdote integrista del siglo XIX. Desde la fecha de edición de ese panfleto, la propia Iglesia ha aceptado cuestiones tan contestadas por los católicos tradicionalistas como la democracia, la separación entre Iglesia y Estado, la libertad religiosa o incluso la libertad de culto, que se rechaza en el libro del padre Sardà.
    Algunos, sin embargo, se empeñan en ser más papistas que el Papa y prefieren pasar por alto todos los pronunciamientos hechos por la Iglesia en los últimos 100 años, como si el pensamiento católico hubiese llegado a su cénit con la obra del padre Sardà y todo lo que ha venido después fuese más bien prescindible.

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