Tomado de: Sededelasabiduría
El cónclave papal que aconteció entre el 29 de noviembre de 1268 y el 1 de septiembre de 1271, desde la muerte del papa Clemente IV hasta la elección de Gegorio X , fue el más largo en la historia de la Iglesia Católica, con un interregno, es decir, con Sede vacante durante 34 meses; casi tres años sin Papa.
En aquella crisis de tres años (entre 1268 y 1271) y “con el fin de que los sacerdotes y fieles no quedasen sin pastores, se eligieron y consagraron obispos para llenar las sedes vacantes. En este tiempo hubo, al menos, veintiún elecciones y consagraciones en varios países”.
Es decir: durante esos tres años sin Papa, no sólo se consagraron obispos válida y legítimamente, sino que, además, estos nuevos obispos ejercieron una jurisdicción de suplencia gobernando diócesis importantes, debido al estado de necesidad en la Iglesia, puesto que no había Papa, única fuente de la que emana toda jurisdicción. Dichos obispos, como católicos, se sometieron de inmediato al nuevo Papa legítimo, Gregorio X, para que ratificara o no su jurisdicción.
En Il Nuovo Osservatore Cattolico de Stephano Filiberto, doctor en historia eclesiástica, se citan algunos nombres de esos obispos y las diócesis en que ejercieron plena jurisdicción. Como resultado de su investigación, escribe Stephano:
Lo más importante de este precedente histórico es que todas estas consagraciones episcopales fueron ratificadas posteriormente por el papa Gregorio X, y, por consiguiente, afirmó su licitud.
He aquí algunos obispos consagrados durante la vacancia de la Sede Apostólica y las sedes episcopales donde ejercieron la jurisdicción de suplencia:
en Avranches (Francia): Radulfus de Thieville, en noviembre de 1269; en Aleria (Córcega): Nicolaus Forteguerra, en 1270; en Antivari (Epiro, noroeste de Grecia): Caspar Adam, O.P., en 1270; en Auxerre (Francia): Erardus de Lesinnes, en enero de 1271;
en Cagli (Italia): Jacobus, el 8 de septiembre de 1270; en Le Mans (Francia): Geoffridus d’Asse, en 1270; en Cefalu (Sicilia): Petrus Taurs, en 1269;
7. en Cervia (Italia): Theodoricus Borgognoni, O.P., en 1270.
Hasta aquí la cita extraída del libro de Stephano.
Pues bien, si en aquel entonces donde la Sede vacante por casi tres años se debió a la división de los cardenales franceses partidarios de la casa de Anjou y los cardenales italianos, no impidió que se consagraran obispos y ejercieran la jurisdicción para la salvación de las almas, que más tarde confirmaría el nuevo Papa, Gregorio X, cabe preguntarse legítimamente ¿ No es necesario, con más razón hoy, que no hay papa y apenas obispos- porque el herético está depuesto de todo cargo eclesial- la consagración de obispos válidos para atender al fin primario de la Iglesia? Es evidente que sí; y también que podrían gozar de una jurisdicción de suplencia sujeta a la ratificación del Papa legítimo cuando Cristo, vida nuestra, quiera que lo haya. De momento no lo merecemos.
Otra pregunta más nos suscita este largo periodo de Sede vacante en el siglo XIII. En efecto, siendo la existencia de un Papa legítimo necesaria en la Iglesia para toda jurisdicción ordinaria , aquellos diez cardenales nombraron un comité de seis. El comité incluyó a dos cardenales de la facción de Orsini (Giovanni Gaetano Orsini y Giacomo Savelli), tres gibelinos (Simone Paltinieri, Ottaviano Ubaldini y Guy de Castella) y el cardenal Riccardo Annibaldi, mientras que los cardenales Anjou fueron totalmente marginados, y eligieron Papa a Tebaldo Visconti, que no era cardenal, y que reinaría como Papa Gregorio X. Pero dada la necesidad de la elección de un Papa, los magistrados de la ciudad de Viterbo aislaron a los cardenales, y mandaron que se les redujeran sus raciones de pan y agua, y quitar el techo del Palacio Papal de Viterbo donde estuvieron reunidos durante todo un año.
Pues bien, si esto hicieron aquellos cardenales para “forzar” la elección de un Papa legítimo, cuando todos guardaban la fe católica ¿Qué debemos hoy hacer los católicos para que se elija un Papa legítimo, cuando la Sede apostólica sigue vacante y los cardenales y los obispos suscriben la herejía modernista, aceptando el Concilio Vaticano II?
La posteriores reglas del cónclave ubi periculum de Gregorio X, establecieron cómo debe ser la alimentación de los electores papales: a través de una pequeña abertura se les daría la comida, y esta se racionaría el tercer día (con una sola comida) y al octavo día y sucesivos (con sólo pan y un poco de vino). Los cardenales tampoco recibirían de la Cámara Apostólica todos los pagos que conllevara su cargo hasta que el cónclave se diera por terminado.
Ahora bien, apliquemos la filosofía de Santo Tomás de Aquino sobre la substancia y accidentes a la situación actual de Sede vacante: “Cuando un gobierno y todos los organismos que de él penden se desploma, ¿ será imposible que una autoridad mejor y más fuerte sustituya a la que se hundió, restituyendo en todas sus funciones y representaciones a todos los poderes subalternos? Sin sombra de duda hay que sostener con Santo Tomás, que muy bien”pudo Dios sostener el accidente sin soporte ni sujeto” [ Et ideo, absque omni dubitatione dicendum est quod Deus potest faceré accidens sine subjecto]. He aquí lo que pasa en el sacramento del Altar [ Monsabeé, conf. 68]. Quien negara esto, estaría negando lo que pasa en el sacramento de la Eucaristía, nada más, y nada menos.
¿No podría, pues, aplicarse esta misma concepción tomista de substancia y accidente en la actual situación de Sede vacancia, en la que por una Autoridad superior y mejor ( Cristo cabeza de la Iglesia] sustituya a la que se hundió por herejía, restituyendo en sus funciones y representaciones a los poderes subalternos hasta que un Papa legitimo ratificara su missio? A nuestro parecer la aplicación es muy adecuada, aunque haya que hacer algunas distinciones. Lo cual hace legitima la consagración de Obispos con el rito tradicional hecha por verdaderos obispos, mientras se llegue a una aceptación pacífica entre los católicos- que puede llevar décadas ¡ Sólo Dios sabe!- sobre la forma de elección de un Papa en el estado actual, al cual quiere Dios que se le sometan todos sus súbditos, incluidos estas obispos.