Tomado de:Traducciones CJ
"La indefectibilidad de la Iglesia proviene del Espíritu Santo. No puede fallar. No está en su poder morir. Las herejías no pueden corroerla. Las persecuciones no pueden desgastarla. Los reyes no pueden pisotear su vida, por mucho que lo intenten. Pasa por vicisitudes tan extremas y, sin embargo, tan opuestas, que ninguna institución humana podría sobrevivir. Cada derrota es de alguna manera una victoria, y su camino triunfal siempre sube por el Calvario. La indefectibilidad de la Iglesia es el milagro constante de la historia. Nada afirma más indiscutiblemente el milagro que los intentos de los historiadores de explicarlo sobre principios humanos. El cristiano ve en ello el cumplimiento de las palabras de nuestro Señor sobre el Paráclito: “Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre” (Jn. XIV), no sólo por treinta y tres años, sino para siempre.
La infalibilidad absoluta de la Cabeza terrestre de la Iglesia en todos los asuntos que conciernen a la correcta creencia y conducta de los hombres es otro don del Espíritu Santo, otra peculiaridad de su más venerable presencia en la Iglesia. Al igual que el don del Santísimo Sacramento, este es uno de esos dones sobre los cuales el creyente siente mucho más de lo que puede decir. Para cada edad del mundo, y aparentemente en cada edad más que en cualquier otra, está lleno del más variado y profundo consuelo. Sin embargo, este es un don del “Espíritu de verdad, que os enseñará toda verdad”. ¡Cuánto más hay también de guía indefinible y, sin embargo, muy íntima de la Iglesia y del Sumo Pontífice, que está más allá del don de infalibilidad! Cuán temerario es criticar la conducta de los Papas o los movimientos de la Iglesia de la misma manera que criticaríamos los actos de los soberanos o las agresiones de los Estados, y no reconocer más bien con Jacob en Betel:
“Verdaderamente Yahvé está en este lugar y yo no lo sabía”. Y lleno de temor añadió: “¡Cuan venerable es este lugar!, no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo” (Gén. XXVIII, 16-17).
Parece que, en todo momento, e incluso en cosas aparentemente triviales, hay una especie de inspiración, mitad consciente y mitad inconsciente, en la conducta de la Iglesia y en todas sus relaciones con el mundo. No se puede definir, no se puede enunciar en una fórmula. Pero la historia de la Iglesia, en asuntos que no tienen que ver con su infalibilidad, está llena de signos de una guía sobrenatural, similar a la que brilla en los registros del pueblo elegido de Dios en el Antiguo Testamento. La Iglesia no parece cometer errores como lo hacen las naciones. Cuando nos alejamos lo suficiente para ver con claridad, no podemos evitar asombrarnos de la manera en que la Iglesia hizo las cosas correctas en el momento adecuado, y tomó la dirección correcta en eventos obscuros y confusos, como si hubiera actuado por algún instinto profético. Lo que parecía obstinación para los contemporáneos dudosos, ahora se ve como la sabiduría de la rectitud, que siempre resulta en éxito al final. Lo que parecía debilidad y concesión renuente o poco elegante, finalmente se reconoce como la sabia oportunidad de la gentileza apostólica. ¿Qué es todo esto sino otra prueba de la presencia enérgica y eficaz del Espíritu Santo en la Iglesia?".
Muy buena reflexión !!!!. Esclarecedora, sobre- todo. 👍.
ResponderEliminarAsí es, realmente un tesoro escondido este libro que nos comparte el Facebook Traducciones CJ y ahora estoy viendo que continua compartiendo más y es de un valor incalculable. Recien veo que compartió un capítulo en donde escribe sobre los desbordamientos de generosidad y caridad de la Iglesia hacia el bien de la humanidad y que no fue precisamente un mandato divino; en fin, se bueno seguir esa página.
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